ALAMBRADO
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ALAMBRADO
¿Por qué debemos, si es que debemos, utilizar alambre para formar un bonsai? El por qué es más fácil de responder: por motivos de salud para la planta y por motivos estéticos. Decidir si se debe hacer o no ya es algo sobre lo que se puede discutir.
Hay aficionados, e incluso profesionales del bonsai, que sencillamente no alambran. Prefieren formar los árboles exclusivamente mediante poda por motivos legítimos a los que no les falta validez; formar por el proceso de cortar, dejar crecer, cortar, etc... suele dar un resultado de aspecto más natural que mediante el uso del alambre, a menos que pongamos algo de cuidado al colocarlo, y además, no usar alambre elimina el riesgo de que éste se clave en la corteza cuando por descuido se deja demasiado tiempo en la planta. El árbol crece y engorda, pero el alambre no cambia; si éste no se retira a tiempo dejará marcas en la corteza del árbol que, dependiendo de la especie, pueden no desaparecer jamás.
Por otro lado, el uso de alambre tiene sus ventajas: en primer lugar es un método mucho más rápido para aproximarnos al diseño que tenemos en mente pues no necesitamos esperar a que brote una rama en el punto preciso en que la necesitamos sino que simplemente giramos una próxima. En segundo lugar, desarrollar una rama también es más rápido; se deja crecer libremente, lo que dependiendo del árbol puede ser cosa de unas semanas, y luego con alambre se le da la forma deseada. Finalmente el alambre nos da la oportunidad de aprovechar un mayor número de ramas en, por ejemplo, materiales de vivero que de otra forma deberían sufrir una fuerte poda inicial. En resumen, el alambre nos ayuda a formar el árbol a una mayor velocidad.
En ocasiones es recomendable usar alambre tras la primera poda de formación para más tarde refinar el bonsai únicamente mediante poda; esto sobre todo es válido para caducifolios. En otras, el uso de alambre es casi imprescindible si es que pretendemos que el bonsai mantenga una forma más o menos definida como por ejemplo en el caso de los juníperos.
A parte de motivos estéticos, alambrar puede ser necesario para mejorar la salud del árbol. Por ejemplo, en árboles de follaje muy tupido apartar alguna rama situada en una posición poco afortunada puede permitir una mayor circulación de aire en las zonas del interior del ramaje, además de contribuir a que estas reciban una mayor cantidad de luz evitando su debilitamiento e incluso su muerte. Sólo debemos fijarnos en los grandes árboles de la naturaleza: normalmente en las zonas más próximas al tronco las ramas se encuentran peladas, sin una sola hoja o pequeña rama. En un bonsai se debe conseguir una buena ramificación interior para dar el aspecto de “árbol en miniatura” que buscamos.
Cuando alambrar
En principio, y con el debido cuidado, es factible alambrar en cualquier época del año, aunque según la especie hay épocas menos recomendables que otras. En invierno, cuando los caducifolios se quedan sin hojas, es el momento en que resulta más fácil su alambrado ya que no hay hojas que dificulten la tarea. Además, tanto en caducifolios como en perennes, como la circulación de savia es menor las ramas se encuentran algo más blandas y es más fácil doblarlas. Pero hay que tener cuidado porque también se encuentran más quebradizas. Una vez llega la primavera y las yemas se empiezan a abrir, es mejor esperar hasta que las hojas hayan madurado. La nueva brotación es muy frágil y resulta muy sencillo romperla inadvertidamente al colocar el nuevo alambre.
Una vez colocado el alambre conviene vigilarlo atentamente para evitar que se “clave” en la corteza cuando la rama empieza a engordar. La planta empieza a desarrollarse en cuanto llega la primavera, pero será con la llegada del otoño, cuando la planta empiece a acumular reservas para la siguiente brotación, el momento en que las ramas y el tronco engordan a una mayor velocidad.
Si también se ha trasplantar el árbol, el alambrado deberá realizarse primero ya que es un proceso durante el cual se mueve bastante la planta, lo que resulta perjudicial para un bonsai recién trasplantado que debe volver a desarrollar sus raíces.
Retirar el alambre
Más tarde o más temprano nos encontraremos con la necesidad de retirar el alambre colocado, ya que la rama ha ido engordando y éste empieza a clavarse. Para retirarlo se puede ir desenrollando empezando por la parte más alta del árbol y por el exterior de las ramas para ir bajando progresivamente. Para desenrollar es importante usar las dos manos: una maneja el alambre y la otra sujeta la rama justo por detrás del punto en que lo estamos retirando.
Al desdoblar el alambre hemos de ser cuidadosos de no retorcerlo ya que con él retorceríamos también la rama, ni de ejercer fuerza sobre ésta; toda la presión debe ejercerse sobre el alambre. Idealmente éste debería quedar más o menos recto al ser retirado.
Como no todos podemos ser lo suficientemente habilidosos una forma segura de quitar el alambre es ir cortando cada espira con un corta alambres con cuidado de no dañar la corteza. Aunque en caso de encontrar un punto en que la rama se ha “tragado” parte del alambre por haber tardado demasiado en retirarlo no nos quedará más remedio que hacerlo a mano y con sumo cuidado ya que el uso de una herramienta dañaría la rama.
Incluso es posible que si hemos sido lo suficientemente descuidados nos resulte imposible retirarlo, ya que éste ha desaparecido por completo en la rama. En ese caso no nos queda más remedio, si no queremos causar un estropicio mayor al sacarlo, que cortar los extremos todavía visibles del alambre dejando el resto definitivamente dentro de la rama bajo una fea cicatriz que nos recordará durante mucho tiempo nuestro error.
Tipos de alambre
Fundamentalmente se usan dos tipos distintos, de cobre y de aluminio. Los alambres de hierro no se usan por que al permanecer en la intemperie se acaban oxidando y este óxido dejará unas feas manchas en la corteza además de resultar tóxico para la planta en muchas ocasiones. Alambres recubiertos de plástico tampoco se suelen usar a causa del precio y de sus llamativos colores que los hacen demasiado visibles.
En cuanto a los dos tipos usados comúnmente, cada uno presenta ventajas e inconvenientes por lo que cada aficionado tiene sus preferencias.
El aluminio tiene el gran inconveniente de un inalterable color plateado brillante que destaca demasiado sobre la planta a menos que se haya recubierto de un barniz, normalmente de color bronce. Otro inconveniente que tiene frente al cobre es su mayor maleabilidad, cosa que obliga a utilizar calibres mayores para conseguir un mismo efecto y por tanto resulta más visible. Por otra parte las grandes ventajas del aluminio son su precio considerablemente más bajo y que precisamente por ser más maleable que el cobre es mas sencillo de colocar.
El alambre de cobre recocido tiene un aspecto brillante pero tras unos días situado a la intemperie adquiere un tono mate que se confunde perfectamente con la rama en que se encuentra. El hecho de que sea “recocido” produce un alambre un tanto más blando, que al ser colocado en la rama y permanecer a la intemperie se endurece en poco tiempo fijando aun más la forma. Por ser menos maleable que el aluminio se necesitan grosores considerablemente menores para ejercer la misma fuerza, resultando mucho más discreto una vez colocado.
Su gran desventaja es sin lugar a dudas el precio.
En cuanto al calibre que debemos usar, como norma general es el mínimo necesario para que la rama aguante en su posición. Ni más, ni menos.
Si el calibre es demasiado pequeño la rama no mantendrá su forma y puede que acabemos dañándola con repetidos intentos de cambiar su posición. Seguramente acabaremos viéndonos obligados a utilizar dos alambres con lo que el resultado final será poco discreto.
Si por el contrario usamos un calibre excesivo, el conjunto resultará más visible de lo necesario y como nos costará un mayor esfuerzo colocar el alambre, el riesgo de dañar la rama en el proceso también será mayor.
El calibre adecuado nos lo dirá la experiencia ya que es algo que depende fundamentalmente del tipo de madera de cada especie.
Hay aficionados, e incluso profesionales del bonsai, que sencillamente no alambran. Prefieren formar los árboles exclusivamente mediante poda por motivos legítimos a los que no les falta validez; formar por el proceso de cortar, dejar crecer, cortar, etc... suele dar un resultado de aspecto más natural que mediante el uso del alambre, a menos que pongamos algo de cuidado al colocarlo, y además, no usar alambre elimina el riesgo de que éste se clave en la corteza cuando por descuido se deja demasiado tiempo en la planta. El árbol crece y engorda, pero el alambre no cambia; si éste no se retira a tiempo dejará marcas en la corteza del árbol que, dependiendo de la especie, pueden no desaparecer jamás.
Por otro lado, el uso de alambre tiene sus ventajas: en primer lugar es un método mucho más rápido para aproximarnos al diseño que tenemos en mente pues no necesitamos esperar a que brote una rama en el punto preciso en que la necesitamos sino que simplemente giramos una próxima. En segundo lugar, desarrollar una rama también es más rápido; se deja crecer libremente, lo que dependiendo del árbol puede ser cosa de unas semanas, y luego con alambre se le da la forma deseada. Finalmente el alambre nos da la oportunidad de aprovechar un mayor número de ramas en, por ejemplo, materiales de vivero que de otra forma deberían sufrir una fuerte poda inicial. En resumen, el alambre nos ayuda a formar el árbol a una mayor velocidad.
En ocasiones es recomendable usar alambre tras la primera poda de formación para más tarde refinar el bonsai únicamente mediante poda; esto sobre todo es válido para caducifolios. En otras, el uso de alambre es casi imprescindible si es que pretendemos que el bonsai mantenga una forma más o menos definida como por ejemplo en el caso de los juníperos.
A parte de motivos estéticos, alambrar puede ser necesario para mejorar la salud del árbol. Por ejemplo, en árboles de follaje muy tupido apartar alguna rama situada en una posición poco afortunada puede permitir una mayor circulación de aire en las zonas del interior del ramaje, además de contribuir a que estas reciban una mayor cantidad de luz evitando su debilitamiento e incluso su muerte. Sólo debemos fijarnos en los grandes árboles de la naturaleza: normalmente en las zonas más próximas al tronco las ramas se encuentran peladas, sin una sola hoja o pequeña rama. En un bonsai se debe conseguir una buena ramificación interior para dar el aspecto de “árbol en miniatura” que buscamos.
Cuando alambrar
En principio, y con el debido cuidado, es factible alambrar en cualquier época del año, aunque según la especie hay épocas menos recomendables que otras. En invierno, cuando los caducifolios se quedan sin hojas, es el momento en que resulta más fácil su alambrado ya que no hay hojas que dificulten la tarea. Además, tanto en caducifolios como en perennes, como la circulación de savia es menor las ramas se encuentran algo más blandas y es más fácil doblarlas. Pero hay que tener cuidado porque también se encuentran más quebradizas. Una vez llega la primavera y las yemas se empiezan a abrir, es mejor esperar hasta que las hojas hayan madurado. La nueva brotación es muy frágil y resulta muy sencillo romperla inadvertidamente al colocar el nuevo alambre.
Una vez colocado el alambre conviene vigilarlo atentamente para evitar que se “clave” en la corteza cuando la rama empieza a engordar. La planta empieza a desarrollarse en cuanto llega la primavera, pero será con la llegada del otoño, cuando la planta empiece a acumular reservas para la siguiente brotación, el momento en que las ramas y el tronco engordan a una mayor velocidad.
Si también se ha trasplantar el árbol, el alambrado deberá realizarse primero ya que es un proceso durante el cual se mueve bastante la planta, lo que resulta perjudicial para un bonsai recién trasplantado que debe volver a desarrollar sus raíces.
Retirar el alambre
Más tarde o más temprano nos encontraremos con la necesidad de retirar el alambre colocado, ya que la rama ha ido engordando y éste empieza a clavarse. Para retirarlo se puede ir desenrollando empezando por la parte más alta del árbol y por el exterior de las ramas para ir bajando progresivamente. Para desenrollar es importante usar las dos manos: una maneja el alambre y la otra sujeta la rama justo por detrás del punto en que lo estamos retirando.
Al desdoblar el alambre hemos de ser cuidadosos de no retorcerlo ya que con él retorceríamos también la rama, ni de ejercer fuerza sobre ésta; toda la presión debe ejercerse sobre el alambre. Idealmente éste debería quedar más o menos recto al ser retirado.
Como no todos podemos ser lo suficientemente habilidosos una forma segura de quitar el alambre es ir cortando cada espira con un corta alambres con cuidado de no dañar la corteza. Aunque en caso de encontrar un punto en que la rama se ha “tragado” parte del alambre por haber tardado demasiado en retirarlo no nos quedará más remedio que hacerlo a mano y con sumo cuidado ya que el uso de una herramienta dañaría la rama.
Incluso es posible que si hemos sido lo suficientemente descuidados nos resulte imposible retirarlo, ya que éste ha desaparecido por completo en la rama. En ese caso no nos queda más remedio, si no queremos causar un estropicio mayor al sacarlo, que cortar los extremos todavía visibles del alambre dejando el resto definitivamente dentro de la rama bajo una fea cicatriz que nos recordará durante mucho tiempo nuestro error.
Tipos de alambre
Fundamentalmente se usan dos tipos distintos, de cobre y de aluminio. Los alambres de hierro no se usan por que al permanecer en la intemperie se acaban oxidando y este óxido dejará unas feas manchas en la corteza además de resultar tóxico para la planta en muchas ocasiones. Alambres recubiertos de plástico tampoco se suelen usar a causa del precio y de sus llamativos colores que los hacen demasiado visibles.
En cuanto a los dos tipos usados comúnmente, cada uno presenta ventajas e inconvenientes por lo que cada aficionado tiene sus preferencias.
El aluminio tiene el gran inconveniente de un inalterable color plateado brillante que destaca demasiado sobre la planta a menos que se haya recubierto de un barniz, normalmente de color bronce. Otro inconveniente que tiene frente al cobre es su mayor maleabilidad, cosa que obliga a utilizar calibres mayores para conseguir un mismo efecto y por tanto resulta más visible. Por otra parte las grandes ventajas del aluminio son su precio considerablemente más bajo y que precisamente por ser más maleable que el cobre es mas sencillo de colocar.
El alambre de cobre recocido tiene un aspecto brillante pero tras unos días situado a la intemperie adquiere un tono mate que se confunde perfectamente con la rama en que se encuentra. El hecho de que sea “recocido” produce un alambre un tanto más blando, que al ser colocado en la rama y permanecer a la intemperie se endurece en poco tiempo fijando aun más la forma. Por ser menos maleable que el aluminio se necesitan grosores considerablemente menores para ejercer la misma fuerza, resultando mucho más discreto una vez colocado.
Su gran desventaja es sin lugar a dudas el precio.
En cuanto al calibre que debemos usar, como norma general es el mínimo necesario para que la rama aguante en su posición. Ni más, ni menos.
Si el calibre es demasiado pequeño la rama no mantendrá su forma y puede que acabemos dañándola con repetidos intentos de cambiar su posición. Seguramente acabaremos viéndonos obligados a utilizar dos alambres con lo que el resultado final será poco discreto.
Si por el contrario usamos un calibre excesivo, el conjunto resultará más visible de lo necesario y como nos costará un mayor esfuerzo colocar el alambre, el riesgo de dañar la rama en el proceso también será mayor.
El calibre adecuado nos lo dirá la experiencia ya que es algo que depende fundamentalmente del tipo de madera de cada especie.
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